avanzaba el agua sinuosa.
Ahí sobre su susurro de oro
avanzaba una
embarcación penosa,
su alma errante, de papel su popa.
Cercano a la orilla un niño herido,
No de piel sino de corazón.
Cercano al pecho vivió,
El medallón, fue su desazón.
En el su nombre grabado en oro
Recordó su nombre una vez más,
la lágrima rodó sobre el oro.
Rozó su alegría una vez más,
por ultima vez tañó su lloro.
Olvidado, se hundió su tesoro.
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