martes, 2 de septiembre de 2014

El momento de olvido

El niño bostezaba en la silla mientras su madre acababa el plato que había pedido en el restaurante en el que ambos se hallaban. Por quinta vez durante la comida, el niño tiró su chupete al suelo y empezó a llorar. La mujer, lo lavó y se lo entregó una vez más, intentando acabar su comida para poder poner a su hijo a dormir. Este hizo un amago de volver a tirar la goma al suelo, pero la madre lo evitó dándole un peluche al que el niño se aferró bien fuerte y empezó a observar a la gente del restaurante. Delante, una pareja de enamorados que compartían un batido de ¿plátano? No. ¿Mango? Sí, eso era; un delicioso batido de mango. A la derecha unos padres con muchos hijos, ¿O quizá era una fiesta de aniversario? Tres niñas de unos seis años jugaban alrededor de la mesa con dos niños de la misma edad, dos chicas estaban sentadas mirando alguna cosa graciosa en el móvil de una de ellas. Y al lado de los padres una silla con un alzador donde una pequeña de un par de años saludaba con una sonrisa al niño que la observaba. Este le devolvió la sonrisa y siguió observando el restaurante. Cerca de aquella niña había un grupo de mujeres que reían escandalosamente y un poco más allá, un hombre de avanzada edad que miraba con disgusto a esas mujeres. Era raro, el hombre estaba solo, pero tenía mucha comida en la mesa. En ese momento, el hombre levantó y saludó al niño con ese gesto con el que saluda a los niños pequeños, sin sacudir la mano, simplemente abriendo y cerrándola. Alguien sorprendió al niño alzándolo, pero rápidamente este reconoció a la persona y se aferró fuerte al cuello de su madre y, sin dejar caer el peluche,  saludó al hombre de la misma manera que lo había hecho él. La mujer, con el niño al cuello empezó a caminar hacia la salida, donde tumbó al niño en un carrito de bebé y… Un momento ¿Se estaban marchando? Sí, eso parecía. Bueno quizá es el momento de cambiar de protagonista. Volvamos al restaurante. La pareja del batido también se marchaba, y en su lugar se sentaron unos hombres con traje y corbata. Eran muy serios para crear una buena historia. Las mujeres que reían solo serían capaces de crear una comedia, y la familia no creo que tuviese tiempo de ambientar algo, con el jaleo que estaban armando. Y, ¿qué pasaba con el hombre solitario? Estaba muy serio pero tenía una buena razón. ¿Qué día era? ¿12, quizá 13 de abril? Él lo sabía bien era 15 de abril. Como cada año, había comido de primero un buen plato de pasta, seguido de cordero con patatas. Pero el postre era lo peor. Una copa para dos de fresas con nata. ¡Y se la estaba comiendo él solo! No la terminó, igual que los dos platos anteriores, que también eran para compartir. Al pagar, una lágrima resbaló por la mejilla del hombre, pero la secó antes de que nadie pudiera verla. Salió del restaurante y se sentó en un banco en el que daba de comer a unas palomas mientras su pensamiento vagaba por años anteriores. Aquellos años en los que cada aniversario de casados, su mujer y él tomaban unos macarrones con tomate buenísimos, y un cordero con patatas que podría ser llamado la comida de los ángeles. Y después, de postre, compartían también una copa de unas fresas deliciosas con una nata tan cremosa y exquisita, que nunca entendían como había tan poca gente en aquel restaurante. Pero ahora al hombre no le parecía tan buena, esa comida. Miró el letrero del restaurante. No, no se había equivocado de restaurante, sabía bien que estaba en el sitio correcto, como cada año, y que la comida estaba deliciosa, como cada año. Miró al cielo y se marchó a su hogar, no sin antes dar todas las migas que quedaban a las palomas y desear que esa mujer con la que tantos días había pasado no se hubiese marchado nunca. Quizá era egoísta, pero él no quería que ella estuviese en un lugar mejor, quería que estuviese allí con él, para compartir aquella deliciosa comida y poner algo de color a todos los días grises que llevaba vividos y que le quedaban por vivir sin el amor a su lado.

Niia :3