Tres amigos se reunían, como todas las noches
a medianoche, en la cabaña de su árbol. Estos tres amigos se llamaban Lina,
Jake y Carlos. Hoy le tocaba a Jake contar su historia. Se reunieron los tres
alrededor de las velas, y Jake empezó a relatar:
-Hace mucho tiempo, en el castillo de los
nobles que gobernaban un feudo poco importante de la época, había una joven,
una joven muy hermosa que amaba con locura a su prometido, un hombre muy rico de
ciudad. Su amado, le enviaba todos los días a través de un mensajero de
confianza, cartas de amor, poemas y ramos de flores. A menudo su amado iba a
visitarla a su castillo. Pero una vez que prometió ir, no fue. La joven pensó
que sería por motivos de trabajo de la ciudad, pero pasaron meses, algún año,
pero su amado no venía, y tampoco la enviaba ningún regalo. La joven,
desesperada de amor, salió en su busca. Solo caminaba, recorriendo pueblos,
ciudades, bosques… Y dice la leyenda, que siguió buscando a su amado hasta su
último día de vida, pero no fue con el resto de almas que dejaban el mundo de
los vivos hallando la paz, sino que se quedó en el mundo de los mortales,
buscando a su primer y único amor.
-¿Entonces es como un fantasma
errante?-preguntó Lina
-¿Es cierta esta historia?-preguntó Carlos.
-Sí, sería un fantasma errante -contestó a
Lina- y en cuanto si esta historia es cierta, pues eso ya no lo sé.
Los chicos se disponían a volver a sus casas
cuando oyeron un susurro débil, un susurro que no parecía el viento.
-¿Lo habéis oído también?-preguntó Lina.
-Habrá sido el viento…- pero otra vez se oyó, y más cerca- ahora si lo he oído-gimió Carlos.
Miraron hacia su derecha, de donde venía el susurro, y vieron una sombra como la plata, acercándose.
-¿Me podríais ayudar?-dijo la sombra.
Ahora sus rasgos se veían con claridad; era
una mujer muy hermosa, de larga cabellera plateada y unos ojos profundos, sabios. Lina,
tan valiente, se le acercó.
-¿Quién sois vos, bella dama, y en qué puedo
ayudarla?-el espíritu sonrió.
-Me llamo Isabel, y hace mucho, mucho tiempo,
que busco a mi amado. Dejé de tener noticias sobre él, y decidí buscarle, pero
hice mal. Yo en aquel entonces era una joven ingenua, y estuve tanto tiempo
buscándole, que acabé muriendo a causa de mi pérdida. Ahora, estoy atrapada en vuestro mundo, y no
puedo irme por el túnel de la luz, que se olvidó de mi tiempo atrás. Solo os pido
que me acompañéis a una fuente de agua.
-¿Y encontró a su amante?-preguntó Lina.
-No, encontré una carta suya, pero fue cuando
yo ya estaba muerta. En la carta, él me decía que fuese a una fuente, que él me
esperaría allí, para ir al túnel de la luz, y vivir juntos una vida eterna, al
otro lado. Pero nunca he encontrado una fuente de agua porque el agua es vida, y la vida ya me abandonó hace tiempo, por eso necesito que
alguien vivo que me acompañe. ¿Lo harías tú?
Lina se quedó pensativa. En el pequeño pueblo
en el que vivía había una fuente en la plaza.
-Te acompañaré.
Empezó a andar, abriéndose paso a través del
bosque. Sus dos amigos, que habían presenciado toda la escena, ya no tenían
miedo al fantasma y siguieron a Lina. Llegaron al pueblo, y se dirigieron a la
plaza.
La fuente era pequeña, pero elegante. Las
abuelas contaban mucho que esa fuente tiempo atrás desprendía magia de vida y muerte por todos lados. Isabel la contempló, maravillada. Alargó su plateada mano para
tocar el agua. Los chicos pensaron que su mano atravesaría el agua, pero se
asombraron al ver que el agua formaba ondas ante el roce del espíritu. De la
nada, el agua empezó a brillar, y del cielo estrellado apareció un rayo de luz
azul, que se posó donde Isabel formó la onda del agua. El rayo se ensanchó
hasta cubrir la fuente entera. Y se formó un remolino, leve y pequeño, pero apreciable.
Del remolino surgió una sombra plateada, como la de Isabel. Otro fantasma. Era
un hombre, apuesto, de mirada tierna y rasgos suaves.
-Isabel, te estaba esperando -dijo con una gran sonrisa, mostrándola tanto con sus labios cómo con sus ojos.
Isabel, sonriendo de felicidad, le tomó la
mano que el hombre le tendía. Nada más tocarse, los espíritus se fusionaron
entre ellos. El pequeño remolino de agua se levantó, llevando a los amantes al
rayo de luz azul del cielo, a una vida de amor eterno.
Siguieron subiendo, hasta el cielo, y
desaparecieron.
-Ahora si estoy seguro de que la leyenda que
os conté era cierta-dijo Jake.
Los tres amigos se quedaron junto a la
fuente, sonrientes y felices por haber ayudado a un alma perdida.
-Chica de Ravenclaw-
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